martes, 27 de abril de 2010

“El Estado no quiere a los locos”

REPORTAJE
“El Estado no quiere a los locos”
Dr. Gustavo Moreno
Es, desde hace dos décadas, un reconocido especialista en temas de minoridad, salud mental y desprotección familiar. Y denuncia que al Gobieno esto no le interesa, que los neuropsiquiátricos porteños se caen a pedazos por falta de presupuesto y que no hay enfermeras.
Por Magdalena Ruiz Guiñazu

LA VIDA de los mas debiles esta en peligro. Este es el mensaje urgente y responsable que difunde como verdad indiscutible este estudioso del vínculo entre sociedad y salud.
La denuncia del doctor Gustavo Moreno, defensor de Menores e Incapaces, quizá no haya sacudido a la sociedad con la conmoción que esta información amerita. Y por eso mismo merece subrayarse en la crónica del abandono y el dolor.
Cae la tarde sobre el microcentro de Buenos Aires. Más exactamente, en la esquina de Diagonal Norte y Maipú, donde, en un austero entrepiso, este hombre joven y decidido amplía los términos de lo que ocurre en los neuropsiquiátricos porteños.
—Soy asesor tutelar del Fuero Contencioso Administrativo del Poder Judicial de la Ciudad de Buenos Aires, y me sentí en la obligación de denunciar lo que ocurre en los cuatro hospitales monovalentes de Psiquiatría –explica Moreno–. En verdad, es una situación de colapso. Me refiero al Hospital Borda para adultos mayores, el Moyano para mujeres adultas, el Tobar García para infanto-juveniles y el Alvear, que atiende emergencias psiquiátricas.
—Tenemos entendido que, por ejemplo, la carencia de enfermeras ha llegado a un límite insostenible...
—Esto se debe, en primer término, a una falta de incorporación de recursos humanos, y también a una saturación de los recursos humanos existentes. Los trabajadores se desempeñan en un sistema de módulos (para que se comprenda: es el equivalente a horas extras) que resulta insuficiente. También, a veces, se aplica un sistema de licencias permisivo. Esto ocurre en el Estado, pero lo cierto es que faltan trabajadores. Faltan médicos, enfermeros, terapistas ocupacionales. Los que están actualmente hacen enormes esfuerzos para la rehabilitación de los enfermos, pero resulta totalmente insuficiente. Es más, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires ha sacado una ley permitiendo la incorporación de personal en un proceso más rápido que el tradicional, porque en el Estado todo es lento. Pero esta ley no se cumple.
—Pero... ¿por qué no se cumple? ¿No hay plata? ¿Hay mala voluntad?
—En realidad, a veces, ¡mover al Estado hacia el Poder Ejecutivo es como mover un elefante blanco! Yo diría que, más que mala voluntad, hay omisiones en el trabajo y existen problemas que tienen que ver con lo financiero. En este momento, la Ciudad tiene muchas obras paradas, porque no se inyectan los recursos financieros necesarios. Y esto es gravísimo, porque esas obras afectan los derechos de las personas internadas en estos hospitales.
—De acuerdo a las informaciones con que contamos, el Moyano alberga a 1.100 mujeres y el Borda a 900 hombres. ¿Cuál sería la cifra lógica de internados?
—Mire, tanto la Constitución de la Ciudad como los organismos internacionales señalan que la psiquiatría ha sufrido una evolución que implica ir a la desinstitucionalización. ¿Qué quiere decir esto? Simplemente, que el paciente psiquiátrico debería vivir en familia, que su internación debe responder a un período agudo y no ser una internación crónica. Es decir, que el paciente no termine en forma permanente dentro de una institución. Sin embargo, como sabemos, durante décadas no se aplicaron estos conceptos y hoy nos encontramos con pacientes que llevan cuarenta años internados, y resulta muy difícil sacarlos de la institución. Lo que tampoco se advierte es una voluntad política para que las nuevas internaciones se compensen rápidamente con un paciente reincorporado a su familia. Este es un tema de la mayor importancia. Por ejemplo, el Moyano, que llegó a tener 1.500 enfermas, ¡se convierte, a través de estas cifras, en el equivalente de una pequeña población de la Patagonia! Es ilógico pensar que esas personas tengan que permanecer internadas durante toda su vida, cuando en verdad tienen una familia. Aquí y ahora, también cabe acotar que, si transcurre mucho tiempo, ¡es muy difícil que la familia reincorpore a la inclusión social y a la vida cotidiana a alguien que no ha visto durante los últimos veinte años...!
—Pero en estos casos, doctor, parecería haber un hecho de abandono, con familias que no quieren hacerse cargo...
Moreno contempla el intenso tránsito que circula por Diagonal Norte y dice, muy despacio:
—¡La sociedad no quiere hacerse cargo! La sociedad es la que no quiere hacerse cargo de la locura. Este no es solamente un tema del Estado. A veces, no queremos ver a una persona que expresa un padecimiento de carácter psiquiátrico grave. Preferimos ignorarla. Yo entiendo que para cualquier familia es muy difícil convivir con una persona alcohólica, con problemas psiquiátricos o algún tipo de adicción. Y cuando logra la internación de ese pariente, la familia, por todo lo que ha vivido, siente una especie de alivio. Pero a veces, esa solución vía internación significa que esa persona termina perdiendo su lugar en la familia. Y esto es muy grave y hace necesario trabajar con las familias, para lograr una vuelta al hogar del paciente.
—Tan es así, doctor, que en un programa exitoso de televisión, “Locas de amor”, se mostraba un modelo de externación con un grupo de tres o cuatro pacientes que vivían en un departamento bajo la supervisión de un psiquiatra. ¿Qué ha pasado con este tipo de experiencias?
—No es sólo un tipo de experiencia, sino que lo marca la Ley 448 de Salud de la Ciudad de Buenos Aires en su artículo 15. Allí se señala que estas casas de convivencia deben existir para albergar a los pacientes que, por cuestiones sociales, salen de los psiquiátricos. La verdad es que, lamentablemente, en este momento hay sólo dos casas, que albergan nada más que a 16 pacientes. Hay una tercera casa en proyecto, pero, de acuerdo con los datos que tenemos de este año, hay cerca de 400 pacientes que estarían en condiciones de salir de los cuatro hospitales que le he mencionado. Obviamente, a este ritmo nunca vamos a lograr que esos pacientes vuelvan a incluirse en la sociedad. Tampoco hay casas de “medio camino”, que representarían una etapa intermedia entre la internación y las casas de convivencia. La Ley de Salud ya tiene cerca de siete años, y no logramos que ningún ministro de Salud de la Ciudad la pusiera efectivamente en vigencia.
—Pero... ¿cuál es la razón? Tenemos entendido que la Ciudad tiene muchas propiedades en distintos barrios, y que podrían servir a este propósito.
—La Ciudad alega que, en muchos casos, estas propiedades están usurpadas, que tienen otro destino o alguna utilidad pública. Pero, independientemente de estas razones, no hay que olvidar que Buenos Aires, durante los últimos cinco años (exceptuando el 2007), ha tenido un superávit importante. Siempre hubo recursos financieros. Es más, la Ciudad creó un Fondo Anticíclico de reserva. No se entiende bien, entonces, por qué no hay una política pública en este sentido. Y lo que yo creo es... ¡que no hay una política pública, sencillamente porque la salud mental no interesa! No tiene un retorno político rápido entre los ciudadanos, porque, como le dije antes, tampoco la sociedad quiere ver la locura.
—Además, los locos no votan...
—Exactamente. Igual que los chicos. Yo soy defensor de Menores y de personas insanas, y conozco el tema. La verdad es que están postergados en las políticas públicas.
—Es un tema terriblemente ingrato. Usted es joven, doctor Moreno; ¿por qué se dedicó a esto?
—Este año cumplo 21 años en la Justicia. Es casi toda una vida trabajando aquí. Esto se da... quizá un poco por casualidad, porque cuando ingresé a la Justicia lo hice en un Juzgado Civil, y los primeros expedientes que me tocaron despachar estaban relacionados con temas de familia y e insanía. En aquel momento, los jueces no solían ir a visitar a los pacientes. Yo era meritorio (es decir: trabajaba gratis) y acompañaba al oficial de Justicia. “¿Tenés ganas de venir al Borda?”, me decía, y por una cuestión de curiosidad, empezamos a recorrer hospitales psiquiátricos aun cuando la obligación de atenderlos era del juez o del secretario del Juzgado. Pero también sabíamos que la Justicia no tiene los recursos suficientes y tampoco el elemento humano disponible para estos asuntos. El tema me interesó mucho; hice toda mi carrera en Derecho Civil y me especialicé en Derecho de Familia, lo cual tiene, por supuesto, una enorme vinculación con estos temas.
Sigue
—Hasta ahora veíamos, doctor, los casos de los enfermos mayores, que suelen aparecer como típicos procesos de abandono. Pero, ¿y los chicos...?
—Históricamente, muchas internaciones han surgido en nuestro país por situaciones de carácter social. En el caso de los chicos, muchas veces han sido abandonados. Por ejemplo, tenemos un paciente que está internado desde los 5 años. Hoy tiene 18, y no deja de llamar la atención que a esa altura de su vida haya pasado alrededor de trece años en un psiquiátrico privado o público, ¡siempre a disposición de la Justicia! Y cabe preguntarnos: ¿qué respuesta le han dado la Justicia, el Estado, los defensores, los asesores o los hospitales? ¿Cómo es que no han podido incluirlo en la sociedad, a lo largo de 13 años? Realmente, si la respuesta del Estado, de la Justicia y de la psiquiatría es que tiene que estar internado por el resto de su vida, ¡creo que algo está fallando! ¿Reconocer el fracaso de la psiquiatría? Creo que no es así. A veces, los casos no se trabajan lo necesario. Hago también un mea culpa porque, con los pocos recursos que tenemos, a veces el trabajo (por más compromiso que tengamos) no es suficiente.
—Supongo que ahí también hay falta de tiempo...
—De tiempo, de recursos, de directivas claras. Yo diría, quizá, que falta compromiso, pero lo cierto es que, aun cuando hay compromiso, no encontramos la respuesta. Hoy, por ejemplo, la demora en las obras del Tobar García afecta directamente la dignidad de los pacientes. El Tobar García fue cerrado el 31 de octubre para la internación de pacientes menores de 12 años. Esto implica derivación de algunos pacientes. En cuanto a las nuevas internaciones, hoy tenemos que la ex Casa Cuna (Hospital Pedro de Elizalde) carece de un servicio psiquiátrico para una internación rápida. Se evitaría así la internación del chico en el Tobar García, que es un lugar casi de agudos, de chicos más graves. Repito que el tema de las obras acaba por afectar la dignidad del paciente. Hay lugares con un terrible hacinamiento. Donde deberían estar tres chicos, termina por haber cuatro o cinco. Esto, claro, en lugares muy pequeños. Lo peor es que, muchas veces, el dinero para las obras está a disposición. Por ejemplo, hay dos obras, dentro de los cuatro hospitales que le mencioné, que están hechas con dinero del BID (Banco Interamericano de Desarrollo), y lo grave es que si no se cumplen los plazos estos financiamientos pueden verse restringidos, ¡con lo cual el gobierno tendría que terminar poniendo plata!
—Perdone mi ignorancia, doctor, pero... ¿por qué un crédito del BID no se utiliza a tiempo?
—La verdad es que no tengo la respuesta. La respuesta tienen que brindarla el ministro de Hacienda y el ministro de Salud de la Ciudad. Lo que nosotros vemos son las consecuencias directas, y cuando recorremos los pabellones esto es muy evidente. Por ejemplo, el Pabellón Riglos del Hospital Moyano, en el que se cayó el techo hace dos años y tuvo que ser clausurado por decisión de la Justicia a pedido nuestro. Lo que se alegó en aquel momento es que había “diferencias” entre los proyectos técnicos. ¿Tan difícil es que se sienten a una misma mesa los ingenieros, los arquitectos y los directivos del hospital, y decidan que el proyecto tal o cual es el mejor? Como le decía, no se avanzó en el proyecto del BID por una “diferencia” en el proyecto técnico...
—Cuando hace estas denuncias como funcionario, ¿no tiene respuestas de los responsables?
—Históricamente, diría que desde el año 2000 los distintos funcionarios que han pasado por el Ejecutivo muchas veces se enojan con uno, pero nuestra obligación, en un Fuero Contencioso Administrativo en el que yo litigo contra el Estado (y me pagan para eso), es iniciar acciones administrativas. Estamos por iniciar una demanda contra el Tobar García por demora en la iniciación de las obras, y en el caso del Borda lo hicieron algunos sindicatos. Sí, los funcionarios se enojan, pero se enojan “con el cartero”, con el que les transmite la noticia o la denuncia. La mejor respuesta que yo podría tener, aun perdiendo un juicio, sería: “Bueno, vamos a hacer las obras”. O también: “¡El doctor Moreno no tiene razón, las obras están hechas y su denuncia es falsa!”. Lamentablemente, todo esto no lo pueden demostrar, porque basta con recorrer los pasillos de cualquier hospital neuropsiquiátrico para advertirlo.
—En su denuncia, doctor, cuando usted habla de la escasez de enfermeras, también menciona detalles atroces, como pacientes incontinentes que quedan sucios durante horas hasta que alguien puede higienizarlos...
—Seguro. Y esto no es imputable a la pobre enfermera, que hace lo que puede. Recuerdo que en el Pabellón Vélez Sarsfield del Moyano había una sola enfermera para cerca de 80 pacientes. “Doctor –me decía–, no doy abasto con las pacientes. Tengo que darles de comer, cambiarlas, estar atenta a la medicación que les han recetado, controlar que no anden deambulando...” ¡Imagínese usted el cuadro! En este sentido, la política pública es una locura. Demuestra una ineficiencia total. Y esto, más allá de que el Moyano ha efectuado un cambio muy grande a partir de la dirección del doctor Jorge Cafferata, que hace esfuerzos terribles por mejorar las cosas. Pero debo decir que éste no es un problema de los directores. Es directamente un problema de la política pública. Tampoco es, a veces, un tema solamente del ministro de Salud, sino también del ministro de Hacienda, que debe proveer los recursos administrativos. El ministro de Salud puede tener el diseño del hospital que quiere hacer, el proyecto acordado con los trabajadores, pero si no aparecen los fondos, es una empresa imposible. Cuando no se le da dinero a una política pública, lo que se está diciendo es: “Hay derecho, pero ese derecho no es efectivo”.
—Volviendo a la falta de personal, recuerdo que hace poco se decía que actualmente, con la medicación, los pacientes necesitaban menos atención personalizada. También que estaban sedados, más equilibrados. ¿Esto es cierto?
—En el tema de la medicación, junto con la jueza Patricia López Vergara, hemos ido al Hospital Borda en compañía del director general de Salud Mental, el doctor Carlos de Lajonquière, y le hemos pedido que tomara una historia clínica al azar y nos dijera si esa historia clínica estaba bien llevada o no. De cualquier servicio. Y el doctor Lajonquière constató (y esto quedó labrado en un acta judicial) que el diagnóstico que existía en esa historia clínica no se compadecía con la medicación recetada. Esto no quiere decir que el paciente esté mal medicado, pero sí que la historia clínica está mal llevada. Y esto también lo hemos visto en el Tobar García, donde algunos médicos han dicho: “La verdad es que yo, con todas las cosas que hago, no puedo llevar en debida forma las historias clínicas”. Y eso está muy mal. Es como si yo dijera: “Como tengo mucho trabajo y pocos empleados, no puedo llevar adecuadamente los expedientes judiciales”... Hay respuestas que son increíbles

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